jueves, 18 de octubre de 2007

Comunicarse


Están sentados, almorzando. La televisión, casi muda, despliega imágenes que, aunque miran de soslayo, no ven.
Junto con la comida, Cecilia mastica todos los silencios que la han ido acompañando durante años.
Esteban habla y habla de su trabajo, de sus intercambios con otras personas, de sus problemas laborales, de sus apreciaciones sobre la ciudad.
Pero Esteban no dialoga, sentencia.
Nada existe en su forma de expresarse, en sus gestos, que invite a compartir ideas. Porque no lo necesita. Le encanta el sonido de su voz, la impecable racionalidad de sus pensamientos, los juicios de valor y las conclusiones a las que ha arribado y por eso lo hace así: comunica sin posibilidad de comunicación.

El efluye gasificadas palabras que se disuelven en el aire ni bien pronunciadas. Necesita descomprimir la necesidad primigenia del habla que contiene su continente.

Cecilia intenta, entonces, afluir.
Contarle de sus afluentes, esos que la nutren.
Contarle de su afluencia hacia la vida, hacia el alma.

Así, se da cuenta que una simple y sencilla vocal, una letra pequeñita, adquiere la dolorosa magnificencia de la realidad: Esteban está enamorado de sí mismo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre me han interesado mucho más los silencios que las huecas palabras. Suelen tener mucho más que expresar.

Cecilia dijo...

Que cotidiano suena: televisor, narcisismo y silencio. Incomunicación, costumbre,desamor.
Me ha resultado tan familiar como mi nombre.
Escrito precioso como siempre.
un beso grande Katia.

Gianina Casella dijo...

Que poetica descripcion del desamor, del que esta enamorado de si!
Como siempre excelente, Katia!