martes, 14 de julio de 2009

La manera de ser


¿Alguna vez observaste le vaivén de las olas de un mar relativamente calmo?
A lo lejos se va formando, avanza con una determinación irresistible juntando cada vez más agua a su paso, creciendo y avanzando.
La ves venir, imparable y, por conocido, ya estás previendo el momento exacto donde va a romper, desbordando el caudal que porta e irá a derretirse lamiendo la faja de arena húmeda presta a recibir la caricia redentora.
Y se vuelca y se retrae.
Empuja y desempuja.
Adelante y atrás.
Y termina esa y ya llega la otra y, más atrás, otra que se viene formando.

Otras veces no se desbordan sino que hacen un montón de espuma entreverada que arremolina la arena, allí mismo en la punta del mar.

Lo que no cambia es su incesante vaivén.

Así es hoy la angustia mía.
Comienza en algún lugar determinado del alma y revienta unos segundos antes de la garganta.
Cuando es ola que se derrite, es una lamida que atenaza y se diluye hacia el estómago.
Cuando es ola de burbujas, un suspiro disneico me retumba los labios.

He encontrado, entonces, la manera de ser mar.

5 comentarios:

Ricitos dijo...

Hoy me bajé del ómnibus en la rambla y mientras caminaba hasta la puerta de mi casa sentía cómo las olas golpeaban con fuerza las dunas de arena. Y caminé todos esos pasos pensando en que la vida no descansa, no espera... Pensé eso porque estoy con cierto desborde, creo, pero no es lo que importa.
La cosa es que ahora llego, abro el mail y encuentro tus vaivenes, querida Katita. Y me siento conectada de alguna manera contigo. Y me dan unas buenas ganas de verte.
Sos un mar, sí... soleadísimo y cálido.
Un abrazo gigante.

Ricitos again dijo...

¡Duna de arena!

:-)

Katia Engler dijo...

Hola Ricis! Qué lindo se siente saber de vos, gurisita!
Ahora, estoy intentando aprender a ser montaña... En una de esas, cuando aprendí a ser mar, era porque intuía este cambio en el que estaba implícito dejar de ver el juego entre las olas y las dunas de arena y comenzar a beberme otros paisajes tan diferentes. Y estas montañas rugen, truenan, están en permanente aviso sobre su capacidad de vida, laten...
Te quiero mucho, Ricitos! Y también tengo muchísimas ganas de verte.
Sempre avanti!!
Besazos

Anónimo dijo...

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Juan Pedro Montero dijo...

Es domingo de calor en la montaña y tu escrito de hace tiempo me condujo hacia el Mediterráneo de Tarragona en esos otoños, inviernos y primaveras cuando solemos visitarlo. Cuando lo oigo, veo, pinto y fotografío para no perderlo en su devenir desde sus amaneceres hasta la noche tu relato me lo trajo fresco para salvar el bochorno en las quebradas.
Gracias Katia.