martes, 23 de junio de 2009

Hombre en sombras

Hoy lo vi otra vez, caminando como despidiendo ayeres nostalgiosos que le dan la bienvenida al mañana.

Gabriel tiene tres sombras. La de él y la de sus padres desaparecidos.

Sea como sea que le pegue la luz, la proyección de Gabriel nunca es finita, es una sombra embalada con dos rebordes que la contienen, oscuros paréntesis lado a lado; el uno mamá y el otro papá.

Lo criaron sus abuelos. Su niñez y su adolescencia las hubo de adolecer entre preguntas sin respuestas, en una espera continua y pertinaz que no lograba espantar.
Cuando era niño, a veces, se volaba de la escuela con su moña azul por alas y se convencía que sus padres estarían afuera, esperándolo a la salida, dándole la mayor alegría de su vida. La maestra lo sacaba de su ensoñación pero el seguía, ahora, con cosquillas emocionadas en la punta del estómago, deseando que el timbre avisara la hora de libertad para poder ver si su deseo se había cumplido. A medida que juntaba el cuaderno, los libros, los lápices y la goma para acomodarlos en su mochila, su respiración se hacía más fuerte, más fuerte y, casi temblando de emoción, comenzaba la salida del aula con pasos lentos. El camino hacia la puerta de la calle le parecía toda una eternidad. ¡Cómo quería descubrir la cara de sus papás entre la maraña de personas que iban a buscar a sus hijos!
Su corazón latía desenfrenado y, como cada vez, como cada día, parecía que se le iba a saltar del pecho mientras, febrilmente, buscaba y buscaba en un vaivén incesante de ojos y cabeza.
Luego, como cada vez, como cada día, su corazón se detenía, dejaba de latir dolorosamente por un instante cuando descubría la figura contenedora del abuelo. Mamá y papá no habían venido. Sus deseos y sus ruegos no habían servido para nada. Mamá y papá seguían desaparecidos.

El día que fue por primera vez al liceo, despidiendo la niñez escolar, dejó de esperarlos a la salida de clases.
Comenzó a verbalizar algunas preguntas, como queriendo comprender ‘por qué’. Porque había entendido que papá y mamá seguían desaparecidos.

Creció y decidió comenzar a armar el puzzle con las piezas que tenía: desaparecidos, política, dictadura, militares, guerrilleros, tortura, muerte, democracia.
No puede terminar de armarlo.
Comprendió que le faltan piezas: cuerpos, ataúdes, duelo, cementerio, verdades.

Creció y resolvió, mientras busca, vivir; pelearle al olvido transitando un presente preñado de futuro.

4 comentarios:

Ricitos dijo...

Te vi ahi, de algún modo caminando de la mano de Gabriel...
Hoy estuve hablando de vos con alguien y ahora veo tu actualización del blog... ¡tenía que decirte algo!
Un abrazoooooo, Katita

Abecedario dijo...

Precioso escrito, y desgraciadamente muy real y más común de lo que creemos sea cual sea el motivo de la ausencia. Bss.

Ale C. dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Ale C. dijo...

Me encanta como escribís...a medida que lo iba leyendo se me representaba en la mente y en el pecho esta cruda realidad..me emocionó muchísimo..un beso grandote..