domingo, 31 de agosto de 2008

Agosto

Como tantas incontables veces te pregunté, ¿llevás la llave?, mientras iban incontablemente pisando la bajadita de casa hacia la reja y subir al auto.
Como tantas incontables veces esperé a que arrancaras, recibiendo los olores de una nochecita de fin de semana, y nuestras manos se tocaron en ese gesto de despedida cortita, hasta dentro de un ratito nada más.
Saliste con nuestra niña y su niñito, como tantas incontables veces, a hacer un mandado aquí cerquita.
Las tantas incontables veces que contienen esos gestos que van armando nuestras vidas, que la contienen amablemente en ese refugio que nos protege de los vendavales de las circunstancias; abrir la puerta, saber dónde está saltada la piedra laja para no pisarla, ¡cuidado que no se escape el perro!, deslizar la mirada de memoria por ese paisaje de calle y ciudad que es solamente nuestro. Amorosas rutinas que han ido formando una trama fuerte, que nos soporta humanos y así de frágiles.

Esta vez cerré la puerta y nada de esos haceres que brotan sin pensar pudo salir de mí. Casi no puedo creer que dentro de unas horas te vas del país.
Nuestra niña ha andado el día arrinconadita, de espaldas, cabeza baja como buscando algo perdido para no dejar ver esas lágrimas tercas que se le salen a medida que se acerca la hora. Nuestra niña grande que, a pesar de ser mamá, parece que se le esfumara el sueño de sentirse niña cada vez que viene a casa. Casa.
No quiero, en este preciso instante, ponerme a pensar en todo lo positivo, en que todo será para mejor, ¡lo vengo haciendo desde hace meses! Dejame ahora, por lo menos mientras escribo, gritar, llorar a mares, decir que no quiero perder lo que construimos, que estoy harta de despedidas, aullar que las ausencias duelen, que es mentira que es lo mismo cuando se pierde la cotidianeidad.
Dejame, por favor, decirte que tiemblo de dudas.
Estos 53 años son un montón... y tiemblo por vos, porque no sé si yo voy a poder colgarle a nuestra niña una despedida más y empezar a enseñarle a nuestro niñito de ella cómo se dice adiós

6 comentarios:

Mauro Vaghi dijo...

Qué placer reencontrarte, qué placer poder compartir algunas de esas "Amorosas rutinas que han ido formando una trama fuerte, que nos soporta humanos y así de frágiles".
Qué extraña necesidad esa de querer parar el mundo, y que gran virtud al mismo tiempo, la de gritar que somos humanos y frágiles.
Beso, Mauro

VESNA KOSTELIĆ dijo...

ahhh... las despedidas, recortarse el alma en pedacitos. Sin embargo, en carne propia se que también generan -después de sufrir, de irse, de llorar, perder- nuevas rutinas de encuentro. No es consuelo, pero sí vale la pena saber que habrá nuevas formas de encontrarse que son como un paquete sorpresa, que esos encuentros podrán ser más intensos también. Bue, igual, ahora es momento de despedida. Nos vemos con un vino de por medio este sábado, que hay mucho para abrazar.

Fernanda Trías dijo...

Querida Katia, qué cosa eso, las pérdidas, las despedidas. Una vez, no hace tanto, pensaba ¿es esto envejecer? ¿ir acumulando pérdidas, cicatrices en el alma? y... ¡probablemente sí!
Abrazo, fer

Anónimo dijo...

¡Te quiero hasta donde vayas, Katita!

Anónimo dijo...

Katia, qué atrasada ando con los blogs amigos! Y ahora no me quedará más que seguirte así, virtualmente. Igual, digamos la verdad, no nos veíamos casi nunca offline... ¡pero ese "casi" es el que hace la diferencia, buaaaaa!
Seguro que nos veremos relativamente pronto: Panamá está a la vuelta de la esquina cuando uno vive en Costa Rica.
Prometo ser más habitué para seguirte de cerca, un abrazo enorme
Mamaga

Mauro Vaghi dijo...

Katia, la hojas del calendario siguen su curso, y agosto ha volado.
Quién sabe por qué rumbos se encuentra?.
Quién sabe por qué rumbos tú te encuentras?.
Beso, Mauro.