La luna es una simple prisionera.
Carece de luz propia y por eso se inventó ser el espejo del sol, que le presta su luminosidad y ella la devuelve tenue y espectral.
Carece de aire.
Carece de vida.
Carece de colores.
Sólo le pertenece el polvo gris y acre de los siglos.
Es fría de toda frialdad.
Sin embargo, la luna inspira ardores mucho más ardientes que el mismo sol.
Es la entelequia de los poetas y de los buscadores de asombros.
Es cómplice de los sonidos que desprenden las caricias amantes, de las humedades que hacen florecer los oasis, de los raptos de locuras extemporáneas que anidan en las arcanas sendas de los sentires, de los prestidigitadores que vuelven realidad las fantasías de la nocturnidad.
Y dentro de tan terrible paradoja, la luna se sonroja en azul casi sin comprender cómo es que los hombres ponen en ella su mirada y le adjudican tantas cosas hermosas, sin ser merecedora de tal majestuosidad.
Pero allá en su cara oculta, cuando las estrellas le enjugan su única lágrima, saben que ella llora de emoción, agradecida, porque un ruiseñor, a la medianoche, le cantó la más hermosa melodía en un poema donde la inventó mujer.
lunes, 3 de diciembre de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
5 comentarios:
Katia, qué envidia
"le cantó la más hermosa melodía en un poema donde la inventó mujer"
El mejor honor es el silencio ...
Ahora entiendo.
Hola, soy Armida Leticia y estoy de acuerdo con la campaña para esribir mejor. Definitivamente somos lo que escribimos y hablamos.
Katia que maravilloso!!
Te mando un beso enorme
Ce
Katita... pasé a leerte y a disfrutarte. Muchos besos. ¿Nos vemos el sábado?
Lindisimo!!!
Publicar un comentario